Además del secuestro capitalista de los mercados, además del
monopolio para la producción, para la distribución y para el consumo… además de
la crisis de “contenido”, además de la saturación formal producida por el
empobrecimiento de la capacidad creadora, por el plagio, la imitación y la
suplantación… además de la reducción de espacios para la enseñanza, la
reducción
de espacios para la crítica y la reducción de los espacios para el debate… además, si no fuese suficiente, está en crisis la capacidad como fuerza crítica y como fuerza emancipadora, que alguna vez se pretendió consustancial al “arte”.
de espacios para la crítica y la reducción de los espacios para el debate… además, si no fuese suficiente, está en crisis la capacidad como fuerza crítica y como fuerza emancipadora, que alguna vez se pretendió consustancial al “arte”.
Algunos creen que la crisis del “Arte” es sólo crisis en las
billeteras de los “artistas”. Que todo es cosa de superar un “mal rato”
económico en el que descienden las habilidades creativas… que “ya pasará”.
Algunos creen que es sólo un bache… que si el Estado, los empresarios, los
bancos y las iglesias, invierten dinero, la cosa se zanja. Que una buena beca
palia pesares y que nunca faltarán las fundaciones, las burocracias ni los
amigotes para sacar de la crisis al “Arte”, es decir a las finanzas de quienes
dicen ser sus productores. Pero la crisis es mucho más compleja y no puede ser
comprendida al margen de la lucha de clases.
Su crisis es, también una crisis de sobre-producción. Con
los disfraces más inopinados, se han refugiado en el “arte” todas las
variedades de la ideología de la clase dominante. Constituyen un repertorio,
generoso, de camuflajes burgueses para toda ocasión y en el que, según sus
modas propias, se alternan los caprichos decorativos, las abstracciones más
inútiles y los idealismos más retrógrados. Compiten por garantizar las
“inversiones” y por ser prenda de prestigio en simultáneo.
El único arte que tiene futuro es aquel comprometido con la
libertad social, no sólo la del “artista”. Y hoy la palabra libertad sólo
adquiere vigor si es fundamentalmente anticapitalista. No pocos artistas
defienden, con dientes y uñas, su “libertad” mientras son incapaces de fijar
los precios de su obra, no tiene control sobre sus herramientas de producción,
dependen de que otros les permitan exhibir su trabajo y aceptan mansamente
suavizar los temas para no ofender al comprador. Para estos, no pocos, artistas
su “libertad” se reduce a un enjambre de disquisiciones abstractas con, no
pocos, debates mentales silenciosos. Libertad para el solipsismo.
No hay “libertad” subjetiva que valga en un mundo amenazado
por las guerras burguesas, el hambre, la miseria, la crisis económica
planetaria, la destrucción de los ecosistemas y la censura estructural de la
ética, la moral y la estética burguesas. No hay “libertad” que valga si ha de
defenderse, sólo para algunos, con la moral del avestruz. No son pocos los
artistas honestos que han sido victimados ideológicamente por la charlatanería
escolástica de algunos santones eruditos autoproclamados “profesores”,
“teóricos” sabihondos o “maestros”. No son pocos los artistas honestos
sometidos a la hegemonía a-crítica del pensamiento alienante que endiosa
platónicamente a “la técnica” como si de eso, y sólo de eso, dependiera la
objetivación estética del “estado actual del espíritu”. La revolución no se
detiene a las puertas de las escuelas de “Arte”.
Es inexcusable emprender una revolución en los campos del
arte para que asuma su lugar “natural” en los procesos de liberación y ascenso de
la conciencia. Liberar las herramientas, liberar las ideas y liberar los
gustos. Es indispensable derrotar los parámetros y las condiciones de
producción burgueses para iniciar una transformación profunda de las
definiciones y de las funciones del arte como expresión nueva de una etapa
nueva para la humanidad. Pero nada de eso se logrará si el arte, y sus
revoluciones, no son obra misma de la revolución socialista y mundial. No se
trata de someter a los artistas a un mandato propagandista, se trata de demostrar
que sólo en la revolución socialista los artistas podrán encontrar la libertad
que necesitan, y sobre todo, la libertad que necesita la humanidad en ellos.
Por Fernando Buen Abad
Fuente: Lucha de Clases
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