lunes, 16 de mayo de 2016

Los Caminos Borrados | Earle Herrera















Poemas de Earle Herrera en “Los Caminos Borrados”, selección realizada por: Victoria Monsalve

NORTE DE LUZ

A mi paso por la calle de la luz no me deje deslumbrar. Serenamente me acerque a los árboles, busque su sombra y cuando mis ojos heridos se acostumbraron a los golpes de caridad, a ella me acerque. Pero ya sabía de donde provenían los destellos falsos, las luces cegadoras.



ASOMBROS

Soy el vendedor de sorpresas, de pueblo en pueblo ofrezco asombros. Nada me compran, nadie quieres ser sorprendido en su improbada buena fe y se quedan abajo, inventándose misterios, mirándome pasar con mi carga desorbitada de ojos, la noche escoltándome siempre, curioseándome.

NO ME OLVIDEN

Van caminos luz arriba persiguiendo destinos entre la noche. Alguna de estas rutas ha de llegar a mi hace, he de dejar un día la larga tiniebla. No me olviden, les digo, viejos senderos, rutas desconocidas; yo los espero bajo la sombra herida por el sol de una senil palmera, rodeado del silencio de las rocas; el mar, sonriendo por sus olas, invitándome. Lamiendo con salada lengua mis heridas.

FLORES DE LA NOCHE

Sean irreversibles, sombras conciliadas con su cuerpo, sean firmes en la oscuridad. Levántense ante los ojos como flores de la noche que a la noche ornan. Y si el cuerpo que han asumido se les quiere fugar, déjenlo ir: caerá derribado al alcanzar la luz, al mirarse sin sombra.

ESPEJO DE SOMBRAS

La sombra nos anuncia y ni en sombra nos convertiremos. Derribada de la luz, ella sufre el cansancio de seguirnos, desaparece y aparece, siempre pegada la paranoia de nuestros pasos crónicos, esperando
el momento de asaltarnos, en la esquina inesperada, a orillas del precipicio y de la duda: bajo la sombra de nuestros párpados la sombra nos espera, se lo digo a ustedes, espectros de lectores que el insomnio ampara.

EXTRAVÍO

En mi cercana juventud vague mucho, por ciudades, villorrios, sueños e ilusiones, silbando como un pájaro, pensando como un niño. Nunca necesite veredas ni caminos, los hacía, porque ya el poeta lo había dicho y el caminante escucho su verso. Jamás conocí el extravío porque no me asigne rumbos prefijados ni destinos. Y aquí estoy, con mi tarde, sin saber donde pero no estoy perdido. El lugar del caminante son todos los lugares. Solo descansa en el sueño y al despertar sigue buscándose, rogando no encontrarse, que es perderse, caer en el extravío ¿Quién eres yo?

OFRENDA

Canten leñadores, han crecido los bosques; en lo alto lloran las cigarras, presienten los mordiscos del hacha. Los pájaros no silban, guarecidos tras las flores, viviendo del puro néctar. El fuego apremia, leñador, te exige su alimento: soy el fuego y la leña, palabra.

SOMOS SIEMPRE HORIZONTE

Buscadores de la felicidad, somos siempre horizonte. Y nuestras redes, además de frágiles, solo logran abarcar un lugar limitado, fugaces instantes del Gran tiempo. Pero somos insaciables. Por eso persistimos. Por eso existimos.

COMO…

…la herida que se abre eternamente para poder sanar, como la gota de agua que nunca cae a tierra, como el camino que crece al ser andado, como tantas muertes en cada sueño cada día, como el mas doloroso símil.
O como la piedra que en su cuenco le guarda un poco de agua al pájaro que no aguarda.
O como el preciso instante entre el claro cielo y la noche insondable, entre llegar y partir, cara y espalda. Así

ME PREGUNTAN

Me preguntan por el cansancio del señor, que se yo, por los duendes olvidados por los ciudadanos, por los diamantes perdidos para siempre, por el destinos de los libros incendiados; me siguen por todas partes y me preguntan y yo huyo con pánico, me niego a romper encantos y misterios y en cada sueño se me aparece la maltrecha figura de la interrogación y me mira con sorna, demonio de la duda y del celo, intrigante caballero de dañina joroba ¿Ah? Déjenme soñar sin explicarme el sueño.

SOY USTEDES

Remo como lo vengo haciendo desde niño, de sol a luna. A los lados de la estrecha balsa veo deshacerse la espuma de la vida, lo que más deslumbra. A mi diestra, un trémulo borracho me mira, rema sobre una botella cié lomar, lora, ríe y se hunde, se hunde. Le tiendo una mano. Las algas de la sociedad protectora de hombres se enredan en mis brazos y me rescatan. Déjalo solo: se hunde, se hunde. Yo emerjo derrotado a la gloria; me golpean los aplausos. Eres alguien, me dicen quienes nada son. Soy ustedes

EL PERSEGUIDO

No vendrán por el este porque el viento los delataría, bosque que me refugias. El norte ha sido este año puro invierno. Las ciénagas del sur deshacen los caminos. Malezas de serpientes bloquean el ancho oeste. Desde el cielo, si no pájaros y rocío, nada cae. El enemigo no podrá alcanzarme. Pero tampoco yo podré huir. ¿Al lado de quien te pondrás, frío arbitro divertido con este juego a muerte, tiempo imperturbable que a un ritmo corres por mis venas y a otro muy distinto por las venas que en sus adentros me llevan, átomos de una sangre misteriosa e ilimite, inconsciente glóbulo.

ERRATA PÓSTUMA

Mi amor a la intemperie ya no. Noches bajo el olvido si, fueron muchas. Cante y un pájaro ardió en mi canto, llevo mi canción al sol; honro su sacrificio con mi ausencia. Que vengan los niños, que conozcan mi vacío para que no caigan. Levántese un epitafio sobre mi epitafio: también a la muerte caben las fe de erratas. Que el epitafio de arriba diga que el de abajo es falso: Aquí no yace nadie.
yacer es descansar
y este sigue amando

QUEDARAN LOS SUEÑOS

Yo pasare, mas en vilo quedaran mis sueños; los conocerán por boca de otros insomnes soñadores, por sus palabras, dichas, escritas o puestas por allí, de ojo a ojo. Ellos continuaran edificando el sueño del mundo o el mundo del sueño, no lo se a precisión. Yo, apenas, tome el relevo en algún punto del siglo, del tiempo. Lo entrego y sigo, soñador ya asumido por su sueño.

SED

Yo, al desierto, jamás he ido, pues dentro lo llevo, con su fuego lento,
mi intimo desierto esta hecho de ausencias, huesos y olvidos. Es ilimite:
Por el vago con sofocada tristeza hasta que no soporto la sequedad en la garganta. Entonces retorno a mi soledad, que no da sed.

TODOS LOS DESTINOS I

Tierra sin fin me vio nacer, llanura ni por el cielo limitada: Mesa de horizontes circuidos de horizontes, enorme circulo. Mis ojos aprendieron a mirar lejos, más allá de la vista, como el águila impetuosa de la sierra. Pero nunca vi por aquí a un águila, reino de gavilanes. Esta tierra me enseño a leer en ella, mas en su escritura no existe la palabra frontera, los caminos perennemente se alargan, no concluyen, no conocemos fin. Nuestra gente anda, anda. Yo del alba hasta la noche, vago mundo.
 
II

Llamado a los encuentros más inesperados estaba en mi origen, porque gente de otras regiones amojona los caminos, marca hitos, levanta cercas. Y nosotros, los de la tierra abierta, no respetamos tales impedimentos porque ni los concebimos ni los comprendemos. Cuántas veces hemos sido apaleados y echados como perros. Pero seguimos. Carece de dueño el horizonte, nos inculcaron nuestros padres remotos.

III

Me separe de mi gente y me fui solo, con un morral lleno de frutas y quimeras, solamente. ¿Que
destino puede esperar al hombre sin rumbo?: todos los destinos. Un anciano que encontré agotado en el camino, me advirtió: el hombre que crece que toda la tierra es suya, no tiene tierra; detente y echa raíces, joven inconforme.
Pues no. Raíces al árbol, pies al hombre: pasos, huellas. Esta escrito.

IV

En ciudades estuve. Amores me detuvieron en algunos lugares. Cierta justicia me hizo perder años, detenido bajo el imperio de extrañas leyes contra los vagabundos. Largas noches pase tras los barrotes escudriñando la lejanía desde mis insomnios. Nunca llore. Los pájaros de los caminos me llamaban.

V

Logre sobornar guardias. Alguna muchacha se arriesgo de amor con una lima a medianoche. Furiosas tormentas o desastrosas epidemias obligaron a evacuar las cárceles; en fin, formas de retornar a la libertad nunca faltaron: la debilidad de los hombres, el amor de una mujer o la ira de dios desbrozaron el camino.

VI

Hijo de la intemperie me dije en un pueblo y me quisieron linchar. Me salvo un cura ciego a condición de que abandonara el poblado de inmediato. Hijo del pecado, me llamo. ¿El pecado? Nadie dice esa palabra a mi conciencia.
A esta altura no es que haya echado raíces, mas el tiempo me ha obligado a detenerme. Ahora solo quiero llegar al final de esta historia, es decir, a ustedes, que es una forma de no quedarme aquí. De seguir.

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