Si bien
el destino del arte para algunos es vivir para siempre, no se dan muchos casos
en que una obra pueda "matarse", porque la vida del arte no suele ser
biológica... hasta que te topas con una obra de bioarte fuera de control.
El
bioarte ha dado ejemplos interesantes --como los conejos fosforescentes de
Eduardo Kac-- pero pocas veces representan una amenaza para otros o para sí
mismos. Esta fue la situación con la que se topó Paola Antonelli, directora de
arquitectura y diseño del MoMA de Nueva York hace unos años, cuando una pieza
de bioarte estuvo a punto de salirse de control.
Se
trataba de la exhibición de 2004 Design and the Elastic Mind de los artistas
australianos Oron Catts e Ionat Zurr, donde un pequeño abrigo de piel hecho de
células madre y tejido vivo era "incubado" dentro de una botella que
le servía de contenedor (o cuerpo, si gustan). La obra se llamaba Victimless
Leather y buscaba algo así como hacer una pieza de ropa de piel sin que
ningún animal tuviera que morir en el proceso sino, en cambio, produciendo el
abrigo primero en miniatura y permitiéndole crecer en condiciones controladas,
como cualquier planta.
Según Catts, la pieza buscaba preguntarse "cómo percibimos algo que desde el exterior parece vivo, pero que es algo que reconocemos como inanimado". Como buena obra de arte, sus significados rebasan las expectativas de sus creadores --y a menudo los ponen en aprietos.
Fuente:
Pijamasurf
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