Entrevista a
Jonathan Fortich, Comunicador Social, Cineasta y Militante Marxista de la CMI –
Colombia en relación al acuerdo de paz establecido entre las FARC – EP y el
gobierno de Santos.
Pregunta:
¿Qué ha significado para el pueblo colombiano el proceso de paz?
Respuesta: Los diálogos de
paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC-EP (Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia - Ejercito del Pueblo) han significado un momento
histórico para el pueblo colombiano, víctima de más de cinco siglos de
violencia. En este caso en particular, hablamos de un conflicto con cincuenta y
dos años de historia, pero de raíces centenarias y cuyas víctimas son gente del
pueblo: trabajadores del campo y de la ciudad.
Por otra parte, hay que
señalar que precisamente una de las consecuencias de la opresión que ha vivido
el pueblo colombiano es la ignorancia con respecto a su historia. El éxito de
este proceso debería incluir una mayor consciencia de cómo se ha desarrollado
la lucha de clases en Colombia desde la invasión española hasta nuestras días.
P:
¿A la oligarquía le conviene tal acuerdo?
R: Sí y no. Como
consecuencia de la crisis económica internacional que vive el capitalismo se
han presentado divisiones en la oligarquía colombiana. Este proceso de paz ha
servido también para dar expresión política a esas divisiones que se traducen
en el enfrentamiento entre Santos y el ex-presidente Álvaro Uribe Vélez. Este
último representa los intereses de la oligarquía hacendaria, buena parte de la
lumpenburguesía creada por el narcotráfico y la pequeña burguesía reaccionaria.
En tiempos de crisis, con un capitalismo que necesita revolucionar sus medios
de producción y generar nuevos mercados, estos sectores de la sociedad
colombiana resulta un lastre para el avance del capital. Una estructura
económica como la hacienda, improductiva y atrasada por naturaleza, es una
talanquera para las multinacionales que precisan explotar los recursos mineros
del país, el narcotráfico es una economía subterránea que genera ingentes
réditos para sus inversionistas pero la permanente atomización que ha visto
este mercado desde la muerte de Pablo Escobar le dificulta al capital
aprovecharse al máximo de sus beneficios.
En este sentido, el
proceso de paz es provechoso para la burguesía industrial y financiera que,
aunque en muchos casos también tiene intereses en las haciendas y el
latifundio, encuentra posibilidades de grandes negocios en la inversión
extranjera que llegaría con el proceso de paz. Tanto las nuevas inversiones en
minería y en biocombustibles que se podrían adelantar en los territorios antes
controlados por las FARC como los procesos de "reconciliación" y
reconstrucción de un país afectado por la guerra, significan nuevos mercados y
crecimiento del capital. Esto se evidencia en el apoyo que ha dado al proceso
de paz el banquero Luis Carlos Sarmiento Angulo, quien ha llegado a sostener
que un proceso de paz exitoso aportaría más de un punto de crecimiento a la economía
colombiana.
P:
¿Qué intereses yacen en todo este proceso que se está llevando?
R: Históricamente
los primeros interesados en alcanzar la paz han sido las FARC. Éstas, más que
organización revolucionaria, surgen como mecanismo de autodefensa del
campesinado ante la violencia de la oligarquía, protegida y promovida por el
Estado. En la práctica, más que la lucha por construir un proyecto socialista,
el objetivo de las FARC (y eso se evidencia en el texto del acuerdo) es por
garantizar condiciones de vida digna para el campesinado y participación
política para las mayorías.
Por otra parte están los
intereses del imperialismo y de la burguesía. La crisis económica obligó al
imperialismo a redefinir sus políticas. En el caso de la industria bélica,
basta dar un repaso a los reportes internacionales de los últimos ocho años
para descubrir que se ha renunciado a promover guerras de baja intensidad, como
la que vive Colombia y ha preferido mover sus inversiones a experiencias que
mueven y comprometen capitales mayores como las guerras en Afganistán, Siria o
Nigeria. Por otra parte, el Plan Colombia, en sus diferentes versiones, no
llegó a mostrar los resultados previstos, mientras que un proceso de paz que
abra espacios a procesos productivos, megaproyectos, licencias mineras y
explotación de biocombustibles es una inversión demasiado rentable para paliar
en algo la crisis. Así mismo, el proceso de paz permite una injerencia política
mucho más abierta por parte del imperialismo al participar en procesos de
"reconciliación". Toda esta inversión extranjera resulta muy
apetitosa para la burguesía que, además, eliminaría de la competencia del
capital a la oligarquía hacendaria, principal afectada de la Reforma Rural
Integral (RRI) que propone el primer punto del Acuerdo de La Habana.
P:
¿Cuál es el panorama previo al plebiscito?
R:
Actualmente
el pueblo colombiano se debate entre la confusión y la esperanza. La primera es
el resultado de muchos años de desinformación promovida por los medios de
comunicación de la oligarquía y la baja inversión en educación, además de la
influencia nociva de la Iglesia Católica y otras confesiones cristianas que,
normalmente, han servido a los intereses de las posiciones más reaccionarias de
la oligarquía. La esperanza se ha construido a partir de dos elementos: por una
parte, el cese unilateral de las FARC, declarado el 20 de julio del año pasado
redujo significativamente las acciones militares y las muertes en muchos
territorios del país acostumbrados a la violencia. El otro elemento es el acuerdo
mismo. Si bien por su extensión ha sido leído por una minoría capaz de estudiar
297 páginas en un país con bajos niveles de lecturabilidad, el optimismo
expresado por estos lectores se ha contagiado a una parte importante de la
población. Como ya se ha dicho en muchas oportunidades, tal vez no sea el
acuerdo ideal, pero su eventual implementación significaría reformas
importantes para Colombia.
P:
¿Qué pasa si gana el SÍ?
R:
Lo
primero es que se le daría validez política en los términos de la democracia
burguesa al acuerdo firmado en la tarde del lunes 26 en Cartagena. Éste ya fue
aprobado por las FARC-EP en su X Conferencia Guerrillera. Si gana el SÍ quiere
decir que la mayoría de los colombianos está de acuerdo con lo pactado. El
siguiente paso es que el acuerdo se cumpla. Esto depende de ambas partes, pero
sobre todo de la participación del pueblo en su implementación. Históricamente,
desde los días de la Colonia, las élites gobernantes de nuestro territorio han
faltado a los acuerdos con el pueblo. Esto vale también para las FARC quienes
vieron cómo las negociaciones iniciadas a mediados de los años 80 y que
llevaron a la conformación de la Unión Patriótica (UP), llegaron a su fin con
el asesinato sistemático de los líderes más importantes de este partido, llegando
a sumar más de 3500 homicidios. No debemos olvidar que uno de los primeros
gestos que tuvo Santos para generar confianza en el proceso fue devolver la
Personería Jurídica a la UP, requisito obligatorio para participar en procesos
electorales. Pero tres años después de una reivindicación obvia (¿cómo exigir
resultados políticos a un partido cuyos cuadros han sido exterminados?) la UP
no ha recibido la debida reparación y en las últimas elecciones fue víctima de
las injusticias de nuestro sistema electoral. Sólo un intenso debate político a
todos los niveles con la máxima participación posible de los trabajadores
campesinos garantizaría un feliz cumplimiento del acuerdo y la construcción de
un "gran acuerdo político nacional" exitoso, como aspira el texto
redactado en La Habana y firmado en Cartagena.
P:
¿Qué pasa si gana el NO?
R:
Lo
primero es que las FARC-EP tendrían un motivo legítimo para volver a la lucha
armada. Esto, a su vez, significaría un fortalecimiento político del uribismo
que ha liderado la opción del NO. Esto sólo recrudecería la violencia si
tenemos en cuenta que el grueso del narcoparamilitarismo encuentra su dirección
política en Uribe. A pocos días de la votación poblaciones han sido presionadas
por el narcoparamilitarismo y líderes sociales han sido asesinados y
organizaciones de extrema derecha han llamado a levantarse en armas contra una
eventual victoria del SÍ. Una victoria del NO recrudecería esta situación.
Además, sin un Plan
Colombia, un retorno a las hostilidades implicaría un incremento del
presupuesto militar que, sin Plan Colombia, tendríamos que sustentar los
trabajadores. Máxime cuando se correría el riesgo de un desplome de la
inversión extranjera. Ciertamente la política del país se polarizaría al
extremo al esfumarse las esperanzas de tantos colombianos que sueñan con un
país en el que puedan trabajar garantizando el sustento para sus familias y sin
temor a perder la vida.
P:
¿La guerra realmente terminaría?
R:
Terminaría
la guerra que ha sostenido por más de medio siglo las FARC contra el Estado
colombiano. Esto ya es un cambio importante. Pero continuaría la guerra del ELN
(Ejército de Liberación Nacional) contra el Estado. Asimismo, habría que
entablar una verdadera guerra para derrotar al narcoparamilitarismo que es,
para este momento, el mayor generación de violencia contra los campesinos y
trabajadores urbanos. Esto incluye también la persecución y captura a sus redes
de apoyo "legales" que se encuentran en las Fuerzas Militares, la
oligarquía hacendaria y la pequeña burguesía reaccionaria.
P:
¿Cuál es el futuro de las FARC – EP?
R:
En
principio, como se establece en los acuerdos y lo corroboran en su X
Conferencia, constituirse en movimiento político. Muy seguramente buscarán la
construcción de un Frente Amplio que les permita mejorar su imagen ante las
masas. Se supone que continuarán la lucha por el socialismo. Sin embargo,
aunque mencionan mucho la palabra, las FARC raras veces han explicado cuáles
son sus ideas sobre el socialismo y poco se encuentra en sus documentos y
comunicados que dé pistas sobre un programa socialista. En general es una
organización que ha luchado por reformas. En este sentido es muy probable que
se convierta en otro partido reformista que se sume a la fragmentada izquierda
colombiana.
P:
¿La lucha política los llevaría a una derrota electoral?
R:
No
se logra medio siglo de resistencia armada sin ningún apoyo popular. Es seguro
que las FARC cuentan con unas bases de un número significativo. No es difícil
pensar que logren apoyo electoral en los territorios donde han tenido una
influencia histórica positiva. Para muchos campesinos las FARC ha significado
una alternativa al abandono del Estado. No cabe duda que los apoyarían
electoralmente. Sin duda tendrán que dedicar buena parte de sus energías a
combatir medio siglo de la propaganda de la oligarquía que no se detendrá,
tendrán que dar explicaciones por sus relaciones con el narcotráfico y por las
acciones de guerra que perjudicaron a trabajadores y campesinos. En este
sentido, vivirán un proceso más difícil que el M-19 que devino en la
organización reformista Progresistas, liderada por Gustavo Petro. Pero a
diferencia de Progresistas, las FARC valoran mucho el tema organizativo y
tienen una relación más directa con sus bases. Esto les garantiza su
supervivencia en la política colombiana por varios años.
R:
El
uribismo ha sido, desde el principio, al acuerdo de paz entre Santos y las
FARC, aunque los trámites para llegar a este empezaron al final de su segundo
período como presidente. En su afán de corregir sus propios errores políticos,
como el haber confiado en Santos, ha llevado al extremo sus prácticas de
generar confusión y desinformar. Su discurso ha tenido impacto entre los
sectores más atrasados de la sociedad colombiana. Uribe actúa guiado por la
desesperación de quien se ha visto abandonado: recordemos que no aceptó la
invitación al 15º aniversario del Plan Colombia. Sabe que EE. UU. lo ha
abandonado. Ya ni siquiera es útil para combatir la Revolución Bolivariana: la burocracia
está logrando mejores resultados que cualquier acción de Uribe.
Pero la desesperación de
Uribe también la viven sus seguidores y no sería de extrañar un levantamiento
de la extrema derecha que nos llevase de vuelta a las guerras civiles del siglo
XIX.
P:
¿Cómo ha sido el rol de los medios de comunicación?
R: El acuerdo de
paz ha permitido que cada medio de comunicación deje ver de la forma más
explícita el interés económico y político que lo respalda. En este sentido es
ejemplar el caso del grupo RCN, parte de la Organización Ardila Lülle. A pesar
de sus inversiones industriales, este grupo económico depende de sus activos
relacionados con el latifundio y la hacienda. A partir de aquí se vale de sus
medios de comunicación para promover la ideología conservadora más reaccionaria
valiéndose de los métodos menos éticos. Por otra parte, los medios de Alejandro
Santo Domingo y Luis Carlos Sarmiento Angulo defienden el proceso pero
preocupados siempre por alimentar la imagen negativa de las FARC. Por supuesto,
la poca inversión en educación y la escasa formación política de la mayoría de
los colombianos es aprovechada por estos grandes medios.
De otra parte, algunos
medios independientes cercanos a sectores progresistas de la pequeña burguesía
han intentado hacer pedagogía desde la lógica de la democracia burguesa. Desde
aquí se han destapado muchas mentiras del uribismo, pero por supuesto, desde
aquí se suele ver a las FARC con desconfianza. Por último está la prensa están
los medios más afectos a los trabajadores como el semanario Voz.
Infortunadamente no llega a tener el alcance de medios con más recursos, pero
es de reconocer su esfuerzo por dar una lectura honesta de lo que ocurre con la
paz.
P:
¿La paz acabaría con la represión campesina?
R: El Acuerdo de
La Habana establece que el Gobierno Nacional "Creará mecanismos ágiles y
eficaces de conciliación y resolución de conflictos de uso y tenencia de la
tierra, (...)" Asimismo concibe el Sistema Integral de Seguridad para el
Ejercicio de la Política que "(...) debe servir de garantía efectiva de
los derechos y libertades de quienes están ejerciendo la política en el marco
de reglas democráticas." Esto, se supone que reduciría los niveles de
violencia contra el campesinado. Sin embargo, surgen algunas dudas: El mencionado
Sistema depende del Gobierno Nacional. Es decir, su eficiencia depende de quién
esté en la Presidencia de la República y en Colombia hay cambio de Gobierno en
el 2018. Por otra parte, se garantiza la seguridad de "líderes y
lideresas", pero no queda muy claro que pasa con las bases.
En política las decisiones
han de tomarse basadas en evidencias y argumentos. La confianza en tal o cual
personaje o institución resulta siendo irrelevante. En este sentido una activa
participación del campesinado y de los trabajadores en la implementación de los
acuerdos es lo único que podría garantizar su cumplimiento.
P:
¿Le toca al ELN seguir los pasos de las FARC?
R: Desde que se
hicieron oficiales las conversaciones entre el Gobierno de Santos y las FARC,
el ELN se ha mostrado interesado en adelantar unos diálogos de paz. En marzo se
abrió una mesa de diálogo con el ELN pero esta se suspendió debido a la
negativa de la organización guerrillera a liberar a sus secuestrados y ponerle
fin a esta práctica.
Hay muchos hechos históricos
que parecen presionar a la desmovilización del ELN. La lucha de masas en
Venezuela, Bolivia o Ecuador ha demostrado mayores éxitos que la guerra de
guerrillas. Algo similar podemos decir de Túnez y Egipto. Por otra parte,
métodos como el secuestro y el narcotráfico como medio de financiación y las
acciones terroristas y de sabotaje que cobran víctimas entre los civiles, así
como aquellas que afectan el ambiente, causan rechazo en la mayoría del pueblo
trabajador más ávido de programas que propongan soluciones efectivas a sus
problemas que de acciones militares. Y en términos militares el ELN no ha
resultado tan exitoso como las FARC. De hecho, se dice que a finales de los
setenta vieron reducidas sus fuerzas a una veintena de guerrilleros. Sin las
FARC de por medio las FF. AA. podrían presionar militarmente al ELN a una
negociación. Además, si la implementación de los acuerdos resulta exitoso, las
FARC lograrían victorias políticas como no han conocido en cincuenta años.
Sin embargo, el ELN también
debe enfrentarse a sus propias posiciones dogmáticas y sectarias. Aquí resulta
muy importante la mediación de los sectores más progresistas de la Iglesia
Católica y de la República de Cuba. Recordemos que las dos grandes influencias
del ELN son la Revolución Cubana y la Teología de la Liberación. No será un
proceso fácil. El éxito en la implementación de los acuerdos y la lucha contra
los paramilitares son el mecanismo de presión más efectivo para convencer a los
"elenos".
P:
¿Aumentará el paramilitarismo?
R: En la medida
en que aumentan las posibilidades de una victoria del SI en el plebiscito los
paramilitares han aumentado su accionar contra el campesinado que apoya el
proceso. Santos es consciente de esto, como lo manifestó al periodista John Lee
Anderson: su principal preocupación son las Autodefensas Gaitanistas de
Colombia; a pesar de su nombre es una organización narcoparamilitar de extrema
derecha. De acuerdo al Gobierno cuentan con 2.500 hombres. Luego hay otra serie
de organizaciones paramilitares más o menos estructuradas que pueden llegar a
apoyar la resistencia de los hacendados. En este sentido es fundamental un
auténtico compromiso por parte del Estado por combatirlo. De lo contrario,
podríamos vernos abocados a una guerra civil.
P:
¿Hacia dónde debe ir la clase trabajadora colombiana?
R: Poco a poco,
desde que las negociaciones se hicieron públicas, el diálogo con las FARC ha
incentivado los debates y el interés de la política por parte de las masas.
Cuanto más se acerca la fecha de la votación mayor es el debate. Por otra
parte, el Gobierno de Santos ha hecho poco por los intereses de la clase
trabajadora. La disminución del salario real y el aumento de la flexibilidad
laboral ha llevado a la mayoría de los trabajadores a un régimen de austeridad
insoportable. Sin embargo, los partidos de izquierda no están ofreciendo
ninguna respuesta a sus problemas. El ejemplo de la Revolución Bolivariana no
ha sido aprovechado y la mayoría de colombianos se queda con la lectura de los
medios burgueses.
Si el Acuerdo de La Habana
se cumple nos encontraríamos con un escenario en donde habría garantías para
una participación activa en política por parte de la mayoría. En este sentido
es necesaria la construcción de un Frente Amplio de izquierdas, como se ha
intentado desde hace más de una década, pero guiado por un auténtico programa
socialista que renuncie a toda solución reformista. Para esto es fundamental la
formación de cuadros en las ideas del marxismo capaces de lograr análisis
teóricos que lleven a acciones revolucionarias efectivas.
P:
¿Para qué la paz?
R: Para que los
pobres de Colombia no nos matemos entre nosotros.
Prensa Ciudad de La Hoz / Lucha de Clases
Prensa Ciudad de La Hoz / Lucha de Clases
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